Me voy a permitir narrar una pequeña historia:
Cuando era niña, sufría muchos mareos al viajar en coche. Mis padres me sentaban en el asiento trasero, y al poco rato, mi pobre estómago subía y bajaba como un ascensor de un centro comercial. Probablemente mis quejas ya no hacían mucha mella en ellos, o al menos yo tenía esa percepción. Por eso busqué un confesor al que hacer partícipe de mis problemas.
En una de las salidas de Oviedo, en lo alto de una colina, había un toro de Osborne que era perfectamente visible desde la carretera. Todavía a día de hoy es una constante en mi casa oír a mi familia contar cómo Ana María le decía a ese toro de Osborne "Torito, me duele la barriga".
Quedan pocos toros de Osborne en las carreteras españolas. Mi 'torito' fue retirado unos metros, colina atrás, no es tan visible, pero sigue existiendo.
Por eso quise retratar este ejemplar, uno de tantos que en algún momento de mi infancia me habrá escuchado.
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