Siendo muy niña, comencé a llamar al diente de león 'casi casi'. Esta curiosa denominación solía ir acompañada de un sonoro soplido que finiquitaba la existencia de la flor, que salía volando en todas direcciones.
Quizás, de un modo inconsciente, me daba cuenta de lo efímera que era no sólo la flor, sino la vida entera tal y como la conocemos.
Casi...
Sencillamente genial...
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